Kiko,nuestra mascota!

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Actualmente,Kiko esta:Bebiendo

La historia de Kiko

Kiko es un Staurikosaurus macho,y cuando llego,nadie sabia lo que era,asi que insisito a que se publique que especie es.Lo puedes ver AQUI.

Kiko dudo de quedarse,ya que es bastante "feroz" para su tamaño.Es bastante inteligente.Aunque,si se le presenta delante un dinosaurio mucho mayor que el,le aterra,pero no duda en matar a una presa hervivora.

jueves, 7 de abril de 2011

Los gigantes ocultos

Los Gigantes Ocultos



Muchos pensarán que mientras más grande es un cuerpo, más fácil será verlo. Pero eso no siempre es cierto. Durante la Era Mesozoica, hubo criaturas tan grandes, que empequeñecerían incluso a una ballena actual, pero debido al poco conocimiento que se tiene de estos gigantes, es difícil volver a restaurar su incomparable magnitud. Aqui,os voy a dar MUCHA Y DETALLADA  informacion sobre ellos.No me den las gracias ami:dijemosle las gracias a mi amigo y compañero mio y moderador,Mega-Tyrannus,de jurassic park forum.

Una de las preguntas más frecuentemente hechas por la humanidad es “¿Cuál fue el dinosaurio más grande de todos?” Si bien cualquier respuesta que demos a esa pregunta es equívoca, la realidad es que no lo sabemos. Hasta el día de hoy, se han encontrado bastantes restos de dinosaurios enormes, algunos, casi del doble del tamaño de una ballena azul. Éstos, por supuesto, no eran animales comunes. Eran los saurópodos, dinosaurios caracterizados por un cuello largo, una cabeza pequeña con relación a su masa corporal y por romper el record entre los organismos más colosales que hayan habitado la Tierra. Debido a su tamaño, algunos de estos enormes dinosaurios se beneficiaban de no tener depredadores naturales que les dieran caza, cuando llegaban a la adultez. Es posible que millones de estas criaturas hayan estremecieran la tierra en todo el mundo durante su reinado, pero ahora, su existencia ha quedado reducida a huesos y en algunos casos, ni tan siquiera a eso. No obstante, tenemos conocimiento de algunos, con medidas simplemente descomunales. Hasta ahora, el más extraordinario de todos es una criatura que se desenterró en 1989, por una comisión paleontológica integrada por el Museo Carmen Funes, el Museo de Cipolletti, la Universidad Nacional del Comahue y el equipo de excavación de YPF de Plaza Huincul. Los fósiles fueron estudiados y descritos por José F. Bonaparte y Rodolfo Coria (quien también participó es la extracción de los huesos), quienes publicaron su descripción en 1993. Desde entonces, esta criatura ha sido conocida como “Argentinosaurio huinculensis”. Este coloso llegó a pesar hasta 92 toneladas y se cree que pudo alcanzar los 37 metros de largo, aunque algunas estimaciones lo ubican entre los 40 y los 45 metros de longitud. El carnívoro más grande de la zona, el Giganotosaurio carolinii, apenas llegaba a un tercio de ese tamaño, por lo que tendría que haberlo pensado dos veces antes de atacar a un Argentinosaurio adulto. Hoy, hay muchas personas que conocen al Argentinosaurio y lo consideran el gigante de los gigantes. Sin embargo, la Tierra prehistórica tiene aún más por ofrecer. A pesar del inmenso volumen del Argentinosaurio huinculensis, a éste no le falta competencia por el 1er lugar entre los entes más colosales del reino animal.


Comparación del Argentinosaurio huinculensis. Ilustración de MuseumKoenig


Reconstrucción artística del Aargentinosaurio de Raúl Martín

No muy lejos del lugar de donde emergieron los fósiles del Argentinosaurio, se encontró un fémur de 2.3 metros de largo (una altura mayor a la de la puerta de entrada de una casa). Al igual que el A. huinculensis, éste era un titanosaurio, un grupo de saurópodos distinguido por poseer un cráneo corto y aplanado en el frente, con las cuencas de los ojos ubicadas atrás y las fosas nasales arriba, entre los ojos, además de contar con pequeñas placas óseas en el lomo. La criatura fue llamada “Antarctosaurio wichmannianus”, literalmente “Lagarto del Sur” y basándose en los restos encontrados, algunos expertos le atribuyen una medida de 40 metros de largo. No obstante, este animal se conoce por unos pocos esqueletos parciales y huesos sueltos encontrados en diferentes partes de Sudamérica, de los cuales el primero es el más completo, consistiendo en el cráneo, las mandíbulas, los huesos de los hombros y parte de las patas y de las caderas. Sin embargo, existe controversia sobre si todo este material fosilizado pertenece al mismo animal. Y es aquí donde entra la pregunta “¿Es posible que haya algún animal más grande que el Argentinosaurio?” El Antarctosaurio podrá ser un excelente candidato para una afirmación acertada, pero no es el único. A él se le une otro titán, con el que posiblemente coexistió en la Argentina prehistórica. Se trata de un animal aún más enigmático, cuyos únicos fósiles conocidos son cuatro vértebras desarticuladas, de las cuales la segunda dorsal es la de mayor magnitud, midiendo 168 cm de ancho y 106 de alto. A estos fragmentos de huesos se les atribuyó el nombre de “Puertasaurio reuli”, una longitud de 40 metros y más un peso de más de 80 toneladas. Desafortunadamente, debido al escaso material fósil, los paleontólogos no han podido asegurar si estas estimaciones son correctas. De hecho, nadie ha podido determinar con certeza si se trata de un nuevo género de dinosaurio o de uno ya conocido. No obstante, no cabe duda de que la sorpresiva Patagonia argentina podría impresionarnos algún día con el organismo viviente más colosal de todos los tiempos. Se podría concluir que América del Sur fue la verdadera tierra de los gigantes durante el período Cretáceo, pero eso no necesariamente certero, al menos hasta ahora.


Reconstrucción artística del Antarctosaurio (artista desconocido).


Comparación del Puertasaurio reuli. Ilustración de Gabriel Lio

El Argentinosaurio aún mantiene el título de “gigante de los gigantes”, cuando se trata de pruebas encontradas. Esto no parece ser raro, considerando que pertenece a una familia que parece estar caracterizada por contar con miembros enormes, así que tampoco sería extraño encontrar a uno que lo supere. A pesar de que los titanosaurios fueron muy comunes en la Sudamérica cretácica, no son exclusivos de ahí. En 1989, se realizó un descubrimiento en la formación de Kallemedu de la India tan misterioso, como el animal que surgiera de éste. Se trataba de un ilion y un isquion (los huesos de la cadera), la pieza de un fémur, y de una tibia, de un antebrazo y de una de las vértebras de la cola. Yadagiri y Ayyasami publicaron el descubrimiento en 1989. La descripción que ofrecieron en la misma, es tan exigua, que incluso los autores clasificaron al dinosaurio como un terópodo, pero una revisión de sus datos realizada en en 1995 reveló que los restos pertenecían realmente a un saurópodo de la familia de los titanosaurios. Según la descripción publicada, la tibia del espécimen mide 2 m de largo, indicando que es un 29% más grande que la tibia del Argentinosaurus, que mide a unos 1.55 m de largo. La comparación de los huesos de la extremidad anterior superior da un resultado similar. Debido a que el húmero del ejemplar está incompleto, se especula una medida total de 2.34 m de largo (30% más grande que el húmero de Argentinosaurus, el cual mide 1.81 m de largo). El nuevo género recibió el nombre de “Bruhathcayosaurio”. A pesar de que no existen estimaciones para el tamaño aproximado del Bruhathkayosaurus, los paleontólogos y los investigadores han publicado estimaciones provisionales. Una estimación inicial de Mickey Mortimer estima que podría haber llegado de los 40 m a los 44,1 m de longitud y que pesaba de 175 a 220 toneladas, aunque estimaciones más recientes lo ubican más bien entre 28 y 34 m. Sin embargo, la descripción de los fósiles aún no ha concluido y hasta el momento en que lo haga, la validez de cualquier estimación seguirá siendo cuestionada.


Comparación del Bruhathkayosaurio. Ilustración de Steveoc86 de Deviantart.

Los saurópodos gigantes (entiéndase los de mayor magnitud) han estremecido la Tierra desde el período Jurásico, pero durante este período no fueron los titanosaurios quienes tuvieron ese privilegio, sino grupos supuestamente, más conocidos. Usualmente, cuando se habla de los titanes del Jurásico, rápidamente se piensa en el Brachiosaurio, un gigante de 30 metros de largo, con una altura similar a la de un edificio de seis pisos. Pero el Jurásico oculta criaturas aún mayores que el Brachiosaurio, en gran parte, desconocidas y a menudo olvidadas. Un buen ejemplo, lo hemos tenido oculto a nuestos ojos desde el año 1930, cuando Frederick Migeod culminó la excavación de un enorme esqueleto parcial, mientras buscaba un fósil que pudiera competir en tamaño con el espécimen descubierto por Eberhard Fraas a principios del Siglo XX. El ejemplar de Migeod estaba un tanto distorsionado por la posición de su muerte e incluía la mayor parte de la columna vertebral, un omóplato, algunos elementos de la cadera y de la pata, y varias costillas. Sin embargo, Migeod nunca llegó a pensar que había desenterrado una especie diferente al Brachiosaurio brancai (como se conocía al Giraffatitán entonces y hasta hace poco). Desde entonces, el fósil fue enviado al Museo de Londres, donde permaneció encerrado en una bóveda durante décadas. Por si fuera poco, sólo un documento fue escrito sobre este espécimen hasta la fecha de hoy, hecho por el mismo Frederick Migeod, quien afirmó que el espécimen poseía dos espinas neurales, como las del Diplodocus o las del Dicraeosaurus, aunque lo reconoció como un braquiosáurido, específicamente, como un ejemplar de Brachiosaurus brancai (Giraffatitán). En complemento de esto, resulta que la afirmación de la columna doble era totalmente falsa y no científica del todo. Las espinas eran estructuras individuales, como en todos los braquiosaurios. No obstante, Migeod era frecuentemente criticado por otros paleontólogos de su época por presentaciones de fichas falsas, sobre todo, en sus descripciones pertinentes a dinosaurios, debido a que era más destacado como antropólogo y paleobotánico.

Sin embargo, la historia del fósil cambió en el año 2005, cuando el Dr. Michael P. Taylor, de la Universidad de Portsmouth, re-investigó el fósil de Migeod y concluyó que en verdad, el ejemplar se trataba de un braquiosáurido, pero no era un ejemplar de Giraffatitán, como se había pensado, sino de una criatura desconocida hasta ese momento. En el documento de Migeod, se plantea que las vértebras se asemejaban a la mitra de un arzobispo, por lo que el animal recibió el apodo de “El Arzobispo”. El resultado de la primera parte de la investigación del Dr. Taylor fue un saurópodo poseedor de un cuello de un cuello de aproximadamente, 11.7 metros de largo, ocupando más de un tercio de la longitud del animal, que se opina, medía un poco más de 30 m de largo. De acuerdo a estos datos, se cree que el “Arzobispo” pudo llegar aproximadamente a los 13 metros de altura. Todo se resume en una criatura de proporciones mayores a las valuadas para el Brachiosaurio.

“El Arzobispo”, a pesar de su magnitud y significado histórico, no ha sido el único gigante que se encontraba allende a nuestro conocimiento. Mientras los fósiles de “El Arzobispo” permanecían a la sombra del olvido, en una de las bóvedas del Museo de Londres, se realizó un descubrimiento igualmente asombroso al otro lado del Atlántico. En 1979, el paleontólogo James A. Jensen desenterró los huesos de lo que posiblemente sería otro animal similar al Brachiosaurio. Durante mucho tiempo se consideró como un gran braquiosáurido (la familia a la que pertenece el Brachiosaurio, el Giraffatitán y “El Arzobispo”) capaz de alcanzar unos 30 metros de longitud, 15 de altura y unas 70 toneladas de peso. En 1991, Jensen le dio el nombre de “Ultrasauros macintoshi” (anteriormente, había sido llamado Ultrasaurus, pero ese nombre le había sido asignado a otro dinosaurio dos años antes). No obstante, recientemente se determinó que esta especie era inválida y que los huesos encontrados pertenecían a otros saurópodos ya conocidos. Entre estos restos, una faja del hombro, perteneciente a un gran espécimen de Brachiosaurio altithorax y una vértebra dorsal encontrada entre sus restos, la cual pertenecía en realidad a una criatura aún más extraordinaria, descubierta por el mismo Jensen siete años antes de que desenterrara el esqueleto parcial de su “Ultrasauros”. Se trataba de un coloso llamado “Supersaurio vivianae”. Este saurópodo era un diplodócido, uno de los grupos dominantes del Jurásico, conocidos por tener un cuello y cola extremadamente largos y por alcanzar longitudes descomunales. Las evidencias fósiles que se han hallado de este dinosaurio consisten en una cintura escapular de casi 2.4 metros de largo y algunas vértebras del cuello, incluyendo las vértebras dorsales del “Ultrasauros”. A pesar de su escases, este material ha permitido a los expertos conjeturar que este saurópodo midió alrededor de 33 a 34 metros de longitud y que haya llegado a un peso de entre 35 y 40 toneladas. Sin embargo, algunos han sido lo bastante arriesgados, como para elevar este número hasta los 42 metros, lo que haría del Supersaurio uno de los más largos de todos los saurópodos conocidos. Actualmente, un nuevo espécimen, aparentemente más completo, está siendo excavado en el condado de Converse, Wyoming, E.U., el cual podría proveer más pistas sobre esta especie casi desconocida. Dada las amplias y osadas estimaciones de su tamaño, el Supersaurio parecería no tener rival por el lugar al mayor animal del período Jurásico, pero las apariencias engañan. Otros gigantes ocultos han desmentido esta insinuación. En 1991, David Gillete publicó el descubrimiento de una nueva especie que desde entonces, le haría competencia por el tamaño incluso a hallazgos posteriores, como el Argentinosaurio. En dicha publicación, Gillete se establece que su saurópodo pudo haber medido hasta 54 metros de largo y pesado hasta 113 toneladas, siendo así el dinosaurio más voluminoso conocido hasta entonces. Hoy, se le conoce como “Diplodocus hallorum” (anteriormente, se le consideraba un genero único, conocido como Seismosaurio, que significa: “Lagarto de Terremotos”) y sus estimaciones se han reducido hasta 37 metros de largo, aproximadamente, luego de que un estudio demostrara que las enormes vértebras de la cola estaban colocadas más adelante en la misma de lo que Gillete había calculado originalmente. 


Reconstrucción del Supersaurio de Raúl Martín.


Diplodocus hallorum. Ilustración de Mark Hallett

Desde la desilusión causada por el Ultrasauros, los paleontólogos han estado en busca de un braquiosáurido gigante. Finalmente, este anhelo se cumplió en el año 1994 (incluso antes de que se determinara la invalidez del género mencionado), cuando el Dr. Richard Cifelli y un equipo del Museo de Historia Natural de Oklahoma hicieron un hallazgo enigmático en el estado de Oklahoma, cerca de la frontera de Texas. Era tan enigmático, que en un principio se pensó que los fósiles eran demasiado grandes para ser restos de un animal, y debido a su estado de conservación, se creyó que eran troncos de árboles fosilizados. Debido a esto, el fósil fue guardado hasta 1999, cuando el Dr. Cifelli se las dio a su estudiante, ya graduado, Mathew John Wedel para que las analizara como parte de un proyecto de investigación. Concluido éste, Matt Wedel demostró la verdadera naturaleza del fósil: cuatro enormes vértebras cervicales. Fue entonces que se realizó una conferencia de prensa en octubre de 1999, seguida por la publicación oficial en el Journal of Vertebrate Paleontology en marzo de 2000, y que la descripción del dinosaurio dio como resultado a una especie nunca antes vista, la cual fue llamada Sauroposeidón proteles. Éste no era un braquiosaurio común. Tenía una longitud estimada de hasta 34 metros y un peso aproximado de 50 a 60 toneladas, pero lo más sorprendente son sus tasados 18 metros de altura, llegando a ser el dinosaurio más alto del que se tuviera conocimiento, pero eso hoy ha cambiado. En 1980, los paleontólogos Jean-Michel Dutuit y Achmed Ouazzou describieron unas inmensas huellas de 1.15 metros de largo y 50 cm de ancho, encontradas en el sur Marruecos. No se encontró ni un solo hueso en las cercanías, pero era sencillo reconocer que se trataba de un saurópodo (y de uno muy grande), el cual fue nombrado “Breviparopus taghbaloutensis”, y que por supuesto, nunca ha sido un dinosaurio muy conocido. Se cree que las pisadas datan de entre unos 175 y 160 millones de años, siendo pertenecientes al período Jurásico, aunque algunos plantean que esta estimación es incorrecta y que hubo un error al momento de calcular su edad o que las rocas donde fueron encontradas fueron alteradas durante los cambios geológicos ocurridos desde el dinosaurio dejó las huellas y la actualidad, pues el ecosistema Jurásico de esa zona es prácticamente enigmático, a diferencia del posterior Cretácico, cuya ecología es mejor conocida. De acuerdo a este grupo de científicos, las huellas podrían datar de 130 a 120 millones de años. Debido a la falta de material fosilizado, hay una gran polémica sobre la descripción de la criatura, sobre todo, respecto a su tamaño. Las estimaciones más osadas plantean unos 48 m de largo y 55 toneladas de peso, indicando que podría tratarse del mayor dinosaurio conocido. No obstante, estas medidas están basadas en una sola huella. Teniendo en cuenta algunas de las demás pisadas, varios paleontólogos estipulan que el Breviparopus pudo haber medido de 34 a 37 m de largo, asemejándose al Giraffatitán brancai. Otra cosa que se desconoce es la familia a la que perteneció. De hecho, hay un polémico debate sobre si se trata de un diplodócido avanzado, un titanosaurio, un braquiosáurido u otro tipo de saurópodo. Sin embargo, la mayoría de los expertos sugieren que este coloso fue posiblemente un braquiosáurido, debido a que las huellas muestran impresiones de la garra del pulgar a nivel del suelo, lo cual es una característica por la se distinguía este grupo. Además, las huellas muestran un amplio espacio entre la pata delantera derecha y la izquierda, estando éstas en vía estrecha, lo que apunta de igual manera al diagnóstico de un braquiosáurido de cuerpo extenso. De ser esto probado, es posible que esta criatura hubiera superado en altura al Sauroposeidón.


Comparación del Sauroposeidón (basado en el Giraffatitán) de DmitryBogdanov.


Comparación del Sauroposeidón, según los fósiles encontrados por el Dr. Cifelli.


Reconstrucción digital del Sauroposeidón de Dominic Piché (diseñador de las criaturas de "Clash of the Dinosaurs").


Comparación de tamaño de algunos braquiosaurios, incluyendo el "Arzobispo", el Sauroposeidón y el Breviparopus. Ilustración de Nima Sassani.

Podría decirse que la Tierra no podría ofrecer más gigantes, pero no hemos terminado. Uno de los hallazgos más sorprendentes de la historia aguardaba por revelar otro titán que cambiaría el concepto que se tiene actualmente de los saurópodos. En 1877, Oramel Lucas, un coleccionista de fósiles empleado por el famoso paleontólogo Edward Drinker Cope, encontró una vértebra parcial, consistente en el arco neural y la espina dorsal, en Colorado. La vértebra estaba en condiciones pobres, pero era asombrosamente grande, con unas medidas de 1,5 m en la altura. Cope, sin embargo, la estimó en unos 2.4 metros de alto en su forma completa. Cope lo publicó como el espécimen holotipo de una nueva especie, a la que llamó Amphicoelias fragillimus. Además de la vértebra, un gigantesco fémur fue recuperado en la zona, y pudo haber pertenecido al mismo animal. Pero, cuando se habla de Edward D. Cope, casi nunca falta la mención de Othniel Charles Marsh, lo que da lugar en nuestra mente al evento histórico conocido en la paleontología como “La Guerra de los Huesos”. La constante reyerta entre Marsh y Cope puso en duda muchas publicaciones de varios géneros de dinosaurios estudiados y nombrados por ambos científicos, sobre todo, aquellos de los que se tenía muy poca información y entre esos, el Amphicoelias. Su caso fue uno de los más extravagantes en la historia de la paleontología, pues cuando el arco neural estaba siendo transportado por tren a un museo en neoyorkino, quedó destrozado en un intento de retirarle el polvo durante el camino, razón por la que nunca llegó. La única evidencia de la existencia de este saurópodo es la descripción hecha por Cope y algunos dibujos en un diario científico. Marsh tomó ventaja de la situación, acusando a Cope por fraude o exageración, lo que levantó dudas sobre la autenticidad del hallazgo durante casi un siglo. No obstante, E.D. Cope había nombrado otra especie perteneciente al mismo género en diciembre de 1877, antes de que Lucas recuperara los restos del A. fragillimus, pero su estudio no se publicó hasta 1878. El espécimen constaba de dos vértebras, un pubis, y un fémur, por lo que el Amphicoelias no quedó en el desinterés y algunos continuaron examinándolo a lo largo del Siglo XX. En 1994, Gregory S. Paul estudió los fósiles y estimó una longitud de 3.1 a 4 m para el fémur del A. fragillimus. Más tarde, en 2006 Ken Carpenter utilizó ejemplares de otros diplodocócidos como guía de escala, encontrando una altura del fémur de 4.3 a 4.6 m. Incluyendo una longitud del cuello de 16,75 m, una longitud de cuerpo de 9,25 m y una longitud de la cola de 32 m, Carpenter comenzó a estimar el tamaño completo del A. fragillimus. Asumiendo que las proporciones son las mismas del Diplodocus, Carpenter presentó una longitud total estimada de 58 m, estimación ubicada en la gama presentada por Paul en 1994, que fue de 40 a 60 m. Además, basándose en las estimaciones de Paul en 1994 con relación a la masa del Diplodocus carnegii, de 11.5 toneladas, estipuló que el A. fragillimus habría podido pesar hasta 122.4 toneladas métricas. Carpenter precisó que incluso las estimaciones más bajas de la longitud para el A. fragillimus eran más altas que las de los otros saurópodos gigantes, tales como el Supersaurio de 42 metros, el Sauroposeidon de 34 m y hasta el Argentinosaurio de 45 m. En resumen, se podría decir que el Amphicoelias, un titán prácticamente desconocido y más intrigante aún, descubierto mucho antes de que la humanidad conociera al Argentinosaurio, era quizá el gigante que todos buscaban, pero ¿será cierto? Otros que han estudiado el fósil opinan que el Amphicoelias no alcanzó tales proporciones y que por lo tanto era menor de lo que establecen Paul y Carpenter, inclinando la balanza de los gigantes una vez más hacia el dinosaurio mejor conocido por restos razonablemente buenos, el Argentinosaurio. De hecho, incluso la existencia misma del Amphicoelias como género está puesta en duda. Algunos incluso sugieren que esta criatura pudo haber sido un ejemplar de Diplodocus (como ocurrió con el Seismosaurio) o de Apatosaurio. Sin embargo, nada podrá ser afirmado a ciencia cierta hasta no encontrarse más material fósil.


Comparación del Amphicoelias, basada en el Diplodocus de DmitryBogdanov.


Comparación del Amphicoelias según el estudio de Gregory S. Paul de 1994.


Reconstrucción artística del Amphicoelias (artista desconocido).

En un estudio reciente, el paleontólogo británico Phil Manning y un equipo demostraron la posibilidad de que existiera un dinosaurio que pese entre 120 y 130 toneladas. Hasta ahora, sólo el Amphicoelias parece ser el único candidato para ocupar ese puesto, pero hay dos factores a considerar antes de “coronarlo” como el gigante por excelencia. El primero es, como se mencionó anteriormente, la falta de pruebas fosilizadas para determinar si éste realmente alcanzó esa asombrosa magnitud. El segundo factor es que, aunque lo haya hecho, ¿sería el único? Probablemente, no. Nunca se sabe cómo el pasado se manifestará en el futuro.

En conclusión, no todo lo que es realmente grande es sencillo de ver. Así lo han demostrado los titanes más intrigantes de todos los tiempos. Los saurópodos se caracterizan por ser las criaturas más grandes de las que se tenga conocimiento, pero hasta el día de hoy, no sabemos cuál fue el más grande de todos ellos. Ya sea por una historia confusa, una identidad dudosa, o sencilla y más comúnmente, por desconocimiento de lo que podría haber enterrado bajo las rocas, el misterio de los gigantes ocultos parece no culminar nunca. Así que, la próxima vez que nos hagan la pregunta “¿Cuál es el dinosaurio más grande de todos?” ¿Qué responderemos? Sólo la realidad: No lo sabemos con seguridad, pero no faltan candidatos para ocupar ese puesto. Hasta ahora, la mayor evidencia apunta al Argentinosaurio huinculensis, pero hay otros, como el Amphicoelias fragillimus, que incluso hayan podido superarlo. Conocemos menos lo que se oculta bajo nuestros pies que lo que se esconde a nuestro alrededor en la actualidad. No sería exagerado decir entonces, que en alguna parte, algún o algunos verdaderos gigantes esperan revelarnos sus secretos. Nunca se sabe cuándo puede emerger de la Tierra, un gigante oculto.

Fuentes de imágenes e información:

http://www.wikidino.com/?page_id=144http://es.wikipedia.org/wiki/Amphicoeliashttp://es.wikipedia.org/wiki/Sauroposeidonhttp://modulator.cgsociety.org/gallery/849711/

1 comentario:

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